Etimiológicamente el término demencia proviene del latín dementia, de = “alejado” y mentis = “mente”, “alejado de la mente” o “falta de juicio”. La definición aceptada para este término es la de deterioro persistente y global de las funciones intelectuales adquiridas previamente. Se origina por defecto de una lesión orgánica difusa o multifocal cerebral.
La pérdida de memoria y otras funciones cognitivas, deben interferir en el rendimiento laboral o social del individio, originando una desadaptación social y una menor funcionalidad o pérdida de las actividades de la vida diaria (AVD’S) para poder determinar el diagnóstico de la misma.
Hasta el siglo XIX la demencia se consideraba un trastorno propio de la edad y aún hoy perdura esa idea en algunos ámbitos de nuestra sociedad. Las investigaciones, sin embargo, han estudiado que la demencia no es sinónimo de envejecimiento.
Los hallazgos encontrados en el cerebro de pacientes con demencia primaria versus ancianos sin demencia, indican que aunque la edad sea un factor de riesgo, la demencia representa un proceso neurodegenerativo cuantitativa y cualitativamente distinto del que se produce en el envejecimiento normal (Price JL y Morris JC, 1999).
Para determinar el tipo de demencia que está causando cambios en el propio individuo, es necesario recurrir a un buen diagnóstico.